La copa se va a Pique

La fiesta se instaló por siete días en la Caja Mágica, plataforma multiusos de última generación con infraestructura vanguardista que hasta el menos apasionado del deporte quisiera estar allí. La ciudad sede: Madrid, zona cosmopolita de gran variedad cultural y gastronómica con buena conectividad dentro del continente. Todas esas cualidades fueron suficientes para ser el centro de tan ansiada justa. Por primera vez en casi 120 años de historia la Copa Davis, el hasta ahora conocido como el “mundial del tenis” fijaba una sede única y en tiempo acotado para el Grupo Mundial, la máxima división en donde se agrupaba a los 18 mejores selecciones, no 16 como antaño; con partidos al mejor de 3 (dos singles seguidos de un dobles), misma cantidad para sets. El experimento del grupo Kosmos -comandado por un expertis del deporte blanco como Gerard Piqué y otro motivo no menos importante por el que se disputó el torneo en España- pretendía revolucionar lo que conocíamos hasta hoy, y finalmente lo hicieron… pero para mal.

Esta brutal metamorfosis del gran clásico del tenis cayó en manos de un grupo que generó los anticuerpos necesarios para que exponentes del ayer y hoy como Roger Federer y Alexander Zverev -ambos de paseo por Latinoamérica la semana pasada- rechazaran representar a sus países, y el tiempo les dio la razón: poco tiempo de descanso entre series y partidos, malos horarios (la serie USA-Italia terminó a las 4:04 de la mañana de un jueves con casi nada de público), abandonos de jugadores que condicionaron la clasificación de otros equipos, lento funcionamiento de aplicaciones y de la propia página web y pocas canchas para jugar, todo esto sumado a las complicadas e inentendibles clasificatorias al Grupo Mundial.

La Federación Internacional de Tenis (ITF) vendió su alma al dinero hace mucho tiempo, tratando de borrar la historia con el mejor smash posible y de convertir la competencia en una especie de mini mundial de fútbol por todo lo comentado anteriormente. Todo por un acuerdo de 20 años y un costo de 3 mil millones de dólares. La mente maestra de Piqué moldeó la copa en base a su experiencia de futbolista y gran manejo empresarial, contando en su misma agencia con el empresario tecnológico japonés Hiroshi Mikitani, fundador de Rakuten, la tienda online más grande del país nipón y que alcanzó la gran fama mundial por ser desde 2017 el patrocinador principal de F.C. Barcelona, sirviendo de puente perfecto para ser la marca que “presentó” la Davis y así quitándole su sitio a la icónica BNP Paribas, banco francés que tenía contrato con la ITF hasta 2020, pero la estrategia samurái pudo más. Negocio redondo.

Otra coincidencia en cuanto a auspicios es La Liga. Sí, volvemos al fútbol. La máxima competencia del balompié español presente en el tenis, algo que poco se entiende a menos que sea solo para motivos de explotación televisiva. Y para el show de clausura, nada menos que Shakira. Juzguen si es meritocracia o nepotismo.

Dwight Filley Davis, el padre de la copa que inició todo con una serie entre los Estados Unidos (país al que representaba) y las Islas Británicas, tendría que estar viendo con ojos de extrañeza y furia el cambio radical de su amado legado. Los tours internacionales y el colorido del público se eliminó al menos en la máxima categoría. Si hay algo que agradecer a Kosmos es que no modificaron ni un centímetro el trofeo, la legendaria Ensaladera de plata que cayó por sexta vez a manos de España, el local, contando con todo el apoyo moral y logístico, con un Rafa Nadal jugando solo y que justifica por qué terminó el año como número 1. Mención especial para Canadá que alcanzó su primera final en la historia, considerado el equipo revelación y la última referencia de jóvenes talentos. Su nombre quedará grabado en la placa de finalistas que adorna la base de la presea, a menos que los organizadores digan lo contrario.

El próximo año la cita volverá a la ciudad madrileña y se espera que la caja haga magia blanca, que al abrir no se encuentre sorpresas oscuras y que contenga en su interior el espectáculo que el deporte y los fans merecen. Su primera prueba no fue el mejor obsequio para la mayoría pero sí para sus creadores artificiales, un auto regalo que solo la ambición de la plata puede alegrar a los que omiten la tradición y la historia. Todo esto con la ATP Cup en el horizonte, un torneo que quiere ganar el match point para ser el “mundial de tenis” definitivo. Gerard y su grupo tendrán el último servicio.

 

Foto: AFP