COPA 25, el show de la desgracia

Advertencia: antes de iniciar con la lectura les pido mis disculpas si esta columna política se asemeja más a una crónica deportiva.

Fue sin dudas la gran oportunidad para combatir -o tratar al menos- el cambio climático que a todos nos afecta, las delegaciones de todo el mundo se reunieron con bombos y platillos en un mezcla de culturas y colores para emular una Liga de la justicia que de lo último poco se vio, diferencias entre naciones dispuestas a lo mejor y unos organizadores que ya quisiera un show de comedia de mala muerte. Damas y caballeros, bienvenidos a lo que pudimos conocer de la gran Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en su vigésima quinta versión o, a partir de este escrito, la COPA 25 -dislexia o acierto del autor, queda a gusto del consumidor-, la reunión-torneo en donde se cumplió lo que se venía venir: un papelón sin precedentes por parte de alguna delegación chilena hacia el mundo.

Después de todo lo que ya sabemos, la gran fiesta se cambiaba de casa. En una minga más que necesaria, se desechó la mini ciudad inconclusa del Parque Bicentenario de Cerrillos para pasar a la Institución Ferial de Madrid. 196 países expectantes por lo que propondrían los anfitriones, con énfasis especial a la maestra de ceremonias, Carolina Schmidt, ministra del Medio Ambiente que anteriormente lideró sin éxito las carteras de Mujer y Educación. Esta vez tenía que competir contra una selección mundial con intenciones de acuerdos. Lamentablemente y con el pasar de los días esas pretensiones se fueron congelando.

Grandes potencias planetarias y figuras estelares presentes en Madrid, marcando desde ya la tensión que confirmó el mandamás de Francia, Emmanuel Macron al declarar que existen dos megas capitanes. Si en febrero el partido de las estrellas de la NBA contó con LeBron James y Giannis Antetnokounmpo, los más queridos por el público para seleccionar a sus compañeros de equipo, este evento tuvo al Team Greta y al Team Donald, formando bandos opuestos que juegan y piensan distinto, armando seguidores que también dificultaron un consenso. La disputa ya estaba armada y seguirá por mucho tiempo.

Esta conferencia estaba presupuestada para que su fin fuese el 13 de diciembre, sin embargo los borradores que poco y nada convencieron a los presentes hicieron extenderla dos días. Dieciséis jornadas que imitaron el lapso de unos Juegos Olímpicos pero con más perdedores que ganadores, y sin mayor esfuerzo. Un borrador inicial que favoreció a los grandes, a los poderosos, excluyendo a los países pequeños y desconocidos que, al igual que el resto, también tienen derecho a participar de una competencia pero en fair play, además de negar los avances científicos y a comprometerse a reducir las emisiones de carbono pero sin entregar un cómo.

Quizás el gran error de la delegación nacional fue aceptar esta invitación o wild card para jugar en grandes ligas sin siquiera ascender de su propia competencia: una liga que hasta hoy no reconoce los errores que hay adentro como las zonas de sacrificio, derretimiento de glaciares, un código de agua que seca más el país y la falta de voluntad para hacerse cargo de sus propios recursos naturales que, como todo mal negocio de fichajes, están vendiendo lo más rentable al mejor postor y a costo 0.

No se sabe si su próxima versión en Glasgow, Escocia, evite que la temperatura del planeta suba 1,5 grados durante este siglo, lo que si fue claro es que en Madrid el ambiente fue un incendio que los dueños de casa no fueron capaces de apagar y que no hicieron mención -porque claramente no les convenía- a Alberto Curamil, lonko mapuche ganador del “Nobel Verde” por la defensa de los bosques y las aguas en la Araucanía y que hace poco fue absuelto de cargos en su contra como robar una caja de compensación. Un premio que vendría siendo un balón de oro o un MVP pero sin el reconocimiento de su país.

Facciones marcadas en una junta con poco positivo por destacar, con gobiernos desligándose de la junta para formar sus propias soluciones, condenando al Estado chileno a la vergüenza mundial y a la incapacidad de organizar eventos internacionales con una anfitriona que para la guinda de este postre amargo encargó a último momento a las delegaciones enviar mejoras al borrador de forma online: el No como respuesta fue rotundo. Ni hablar de la todavía firma ausente de Chile al Acuerdo de Escazú, iniciativa planteada por el mismo gobierno. Este año el “tiempo de actuar”, como lo dice su hashtag promocional, nunca llegó.

 

Foto: Reuters