El evento principal

Concepción y el sur de Chile en general despertaban tras el embate de la naturaleza del día anterior, las ayudas para las zonas afectadas comenzaban a ser organizadas.

Lo peor aparentemente ya sería parte de los futuros libros de historia, y aunque las réplicas continuaban con una cierta intensidad, todo el mediodía del domingo 22 de mayo de 1960 sirvió para ahora con la mente más serena ver las consecuencias del día anterior.

Las horas avanzaron, la calma aún no volvía a la zona; pero el planeta aún no descargaba toda su energía…

Por: José Ángel@poetadelrelato

02:58 pm

Concepción una vez más fue víctima. Un movimiento de 8,1 grados en la escala de Ritcher desplomó la poca esperanza que existía en la zona, dando a entender que «esto no había terminado».

Los espíritus de las personas estaban por los suelos, al igual que gran parte del sur nacional. Cuando lo peor supuestamente ya había pasado, vino un recuerdo de que la naturaleza puede ser tan fiera como impredecible.

Las ciudades afectadas una vez más deberían levantarse de los pocos cimientos que quedaban… aunque mejor dicho, debían prepararse.

03:11 pm

Un nuevo movimiento telúrico comenzó, pero esta vez era distinto. Pasó un minuto del siniestro, el movimiento no cesaba, los segundos continuaban y el terremoto no amainaba.

Un minuto tras otro y parecía que cada vez se volvía más y más fuerte. El descanso del almuerzo dominical fue violentamente interrumpido.

Las personas en Valdivia habían sentido el movimiento previo a las 15:00 hrs., evacuaron sus hogares y casi en un pestañeo no podían permanecer en pie debido a la intensidad del terremoto.

Los gritos no se hicieron esperar en medio de la desesperación; pero estos pasaban a segundo plano debido al «rugir» de la tierra durante el fenómeno natural. Los minutos corrían y parecía que no tendría fin, las calles ondulaban en una altura mayor a un metro, los muebles en casa iban de un lado a otro como si se tratara de un barco en un mar en tempestad. Los postes de alumbrado público y árboles se balanceaban de manera violenta y sin cesar.

La tierra se agrietó una vez más, los servicios básicos colapsaron casi de manera inmediata, hubo desplazamiento de tierra hacia los ríos, el pánico y desesperanza se tomó el alma de cada ser humano residente en la zona… era algo de nunca acabar.

Más de diez minutos que dejaron prácticamente todas las construcciones en el suelo, el río Calle-Calle se desbordó e inundó la ciudad, la situación se volvía insostenible cuando la intensidad del movimiento de la tierra comenzó a bajar.

Lo peor sucedía fuera de vista

En el puerto de Corral, el mar subió aproximadamente cuatro metros después del terremoto de 9,5 grados. El cataclismo devastó más de 400.000 kms. cuadrados (zona comprendida entre Talca y Chiloé). Valdivia y sus alrededores fueron las zonas más afectadas por el siniestro que tuvo como epicentro Traiguén en la provincia de Malleco.

La cantidad de fallecidos era incontable; mucho más difícil calcular los damnificados. Todo era un caos.

El tiempo corría y la mayoría de quienes sobrevivieron rápidamente buscaron refugiarse en altura esperando lo inevitable… y tenían razón.

El mar se comenzó a retraer de una manera impactante y rauda. Los que no habían dimensionado la inmensidad de lo acontecido, al ver semejante situación, corrieron buscando territorios altos.

04:10 pm

Los barcos ubicados en prácticamente toda la bahía sureña emprendieron rumbo mar adentro. Cada vez costaba más ver las embarcaciones producto de la velocidad del agua, la mayoría de personas se alejó de la costa, algunos quedaron paralizados producto del terror.

Todo colapsó una vez más… el tiempo estaba en contra de todos. Poco a poco se comenzó a ver una masa de agua con dirección a los sectores afectados, como si toda la destrucción ocurrida sólo fuera una suerte de preparación para la devastación siguiente.

04:20 pm

Una ola de ocho metros de altura impactó la costa chilena entre Concepción y Chiloé a una velocidad de 150 km/h. A los ya incontables fallecidos se sumaron otros cientos que quedaron atrapados por el maremoto, haciendo que lo poco que quedaba de esperanza fuera ahogado y reducido a nada. Pueblos enteros quedaron destruidos.

El mar no terminaba de inundar las calles, cuando nuevamente retrocedió y se llevó consigo algunos poblados costeros del sur de Chile. Las ruinas reflejaban el dolor y agonía que pasaron quienes no pudieron sobrevivir.

Las embarcaciones destruidas durante el siniestro emprendieron nuevamente rumbo mar adentro; así como también los vestigios de los hogares y edificios.

Algunos escaparon al primer embate y continuaban buscando «zona segura» donde poder estar, la esperanza es lo último que se pierde; pero la naturaleza embravecida no tiene clemencia de nada ni nadie, pues una segunda ola gigante asomaba en el horizonte.

04:30 pm

La ola responsable de terminar de destruir la poca fe que quedaba fue de diez metros de altura. Impactó nuevamente los sectores ya afectados, como asegurándose de rematar lo realizado anteriormente.

Puerto Saavedra, Queule, Toltén y Corral prácticamente fueron borrados. En Chonchi y Dalcahue, la mayoría de los palafitos fueron arrastrados por el mar furioso. Mientras que en Puerto Montt, el mercado de Angelmó desapareció; así como el poblado de Rahue en Chiloé, sólo por mencionar algunas de las tantas localidades, pueblos y ciudades que protagonizaron estos días de desastre.

La historia de desastres naturales colocó a Chile en sus líneas, dejando para el doloroso recuerdo un magno evento que lo ubica como el terremoto más devastador de la historia del planeta.

Los estudios posteriores al cataclismo concluyeron que todo lo sucedido aquel 22 de mayo de 1960 correspondió a una serie de 37 o más terremotos, los cuales en extensión de epicentros sobrepasaron los 1.350 kms. Las cifras finales arrojaron más de 2.000 fallecidos, sobre 3.000 resultaron heridos y dos millones quedaron sin hogar.

Dos días para el olvido en el sur de esta «larga y angosta faja de tierra», pero un recordatorio de que no se puede dar nada por sentado con la madre naturaleza… quien sin aviso nos puede despojar de un tanto, la mayoría o todo.

Atardecer

Se empezó a saber que el movimiento telúrico se sintió en distintas partes del planeta conforme pasaban las horas.

El sol una vez más abandonó el territorio nacional, aunque esta vez dejando un mayor manto de llanto, oscuridad, lamento y desolación que ni siquiera con el pasar de algunas décadas se pudo recuperar.

La onda expansiva recorrió kilómetros y kilómetros fuera de los epicentros extendiéndose por todo el Océano Pacífico, con consecuencias también devastadoras para las costas de Japón, Hawai y Nueva Zelanda, entre otros. El arco de destrucción y muerte no sólo se quedó en Chile.

Pero mientras la tragedia aún debía llegar a otras zonas del planeta, el país sudamericano intentaba buscar descanso, una explicación y fuerza para levantarse tras un fin de semana sin precedentes en los libros ni semejanzas en el futuro.

La noche había llegado, y con ello, el intento de buscar dejar atrás tanta destrucción desmedida.

 

 

Imagen: La Voz de Chile