OPINIÓN | El futuro en azul

Lo primero que se viene a la mente es una de las tantas canciones que últimamente se han reproducido de Los Prisioneros, esa banda que visualizó lo que aun se vive en Chile a más de 30 años de sus éxitos que traspasaron sin duda generaciones. Y uno de los conceptos que se mantiene en la retina es el de “Pateando piedras”, esa frase que da nombre a uno de sus famosos discos de estudio y que puede resumir como rabia e indignación que con sangre y fuego asumieron nuestros padres y abuelos.

Los herederos de esos pateadores de piedras no aguantaron los abusos que inició con leves 30 pesos en el metro y como tal efecto dominó, la violencia –en su momento necesaria- reflejó que el oasis, al igual que hoy, se concentraba en un grupo de comunas transformadas en una verdadera burbuja aislante de la realidad. Y ayer las acciones fueron distintas, dando los frutos de lo que dejó el 18 de octubre de 2019.

Este domingo, un año después de “la gran marcha del millón”, la gente respondió con un rotundo doble 78% a las opciones Apruebo y Convención Constitucional para la redacción de una Nueva Constitución. Un proceso que contó con la participación de poco más de la mitad del padrón electoral y marcando las elecciones más exitosas desde el retorno a la democracia.

Todo su proceso previo no ha estado exenta de amenazas, nivelando para abajo lo que podría ser un futuro esplendor: mayor pobreza, más hambre, menos plata, una futura Venezuela o Cuba, un Estado Marxista y tantos fetiches casi pornográficos de cierto sector político, repitiendo la campaña del terror vista en las últimas décadas, bajando la calidad del discurso a una pelea entre “fachos contra zurdos”. El riesgo fue y es alto, no se puede negar pero hasta el momento valió la pena, partiendo desde su origen.

Hay que dejar en claro que lo ocurrido ayer no es un triunfo de los partidos políticos que aprovecharon de polarizar aun más a la sociedad ni mucho menos de la izquierda, ni mencionar al Partido Comunista que, al igual que el Gobierno, se subieron al carro de la victoria cuando nunca aceptaron la “cocina constituyente”, aumentando su condición nefasta y burguesa semi UDI que ha imperado. Este es un triunfo de la gente, de la ciudadanía que sabe lo que la nación merece y necesita.

Pero atención: al igual que se pide deberes en la nueva carta magna, el pueblo también debe aportar para construir el verdadero Chile que se quiere. Esta carta no será un libro mágico, no solucionará todos los problemas de la noche a la mañana –hay que esperar dos años- pero tratará de que sea el tiempo necesario para perfeccionar la calidad y no la cantidad de una base que será válida si es que los autores de esta no sean los mismos que aportaron con la desigualdad y la división. Depende de la propia ciudadanía y ese es su gran deber y poder seleccionar a la gente realmente capacitada, que los represente.

Para el 22% que votó Rechazo, el llamado también es a que participen de este proceso, porque a pesar de las diferencias ellos también quieren y empatizan –me imagino- con lo mejor para todos. Es el momento de ampliar el debate y sentar las prioridades como la salud, la educación, las pensiones, la distribución de la riqueza, entre otros. Hay ejemplos cercanos para sacar y mejorar, no copiar.

Ayer no fue con fusiles ni con armas, fue un simple lápiz pasta azul y es el que guiará los destinos del país por los próximos años. Esa tinta que derramó suaves líneas en un par de papeletas y no el líquido rojo vital en las calles y manos de unos.

Ayer muchos celebraron e incluso lloraron, tienen el derecho. Pero calma, esto es solo el inicio de algo que, esperemos, mejore pero de verdad. El pueblo habló, hoy más que nunca recuerda y sabe que las movilizaciones siguen nos guste o no. Porque todavía hay cuentas pendientes.

Este es el momento para que todos “se unan al baile”, pero ahora que no sobre ni falte nadie. Un nuevo Chile que parte con los debates y conversaciones este mismo día.

 

Foto: Aton