COLUMNA | El Diego, una zurda inmortal

En nuestro mundo terrenal tenemos que creer en algo o en alguien para que nos impulse y nos inspire en nuestros objetivos. O en el peor de los casos, encontrar algo de consuelo en los momentos difíciles. Hay personas que por admiración, fanatismo o incluso ignorancia llegamos al punto –a veces justificado- de venerarlos, pese a los múltiples errores que hayan cometido porque sabemos que genios como ellos no se ven dos veces. Y quizás por lo mismo el alto cielo los cede al mundo de los mortales para no sentir celos por mucho tiempo. Para esta oportunidad nos enfocaremos en lo positivo.

El 25 de noviembre será una fecha difícil de olvidar para quienes disfrutamos del deporte en general. Más inolvidable será por la hora en que se dio a conocer la noticia de la partida de Diego Armando Maradona Franco, a plena luz del día en donde las miradas y voces estaban enfocadas en la contingencia de un país que ya ha sido castigado con una crisis económica brutal y una pandemia que no da abasto en el sistema de salud.

Y es que el “Pelusa” en un principio demostró en cancha su pasión y rebeldía. César Menotti no lo consideró en la nómina final para el mundial que era su mundial por “ser muy joven” en plena Argentina en 1978 donde con muchas tensiones y conspiraciones, lograron la copa en casa; al año siguiente demostró sus condiciones con el mundial juvenil en Japón.

Su liderazgo era incuestionable, desde que le tapó la boca con cuatro goles al Loco Gatti por Argentinos Juniors. Ese “gordo petizo” quedó en la retina de los Xeneizes que vio en él la construcción y destrucción de lo que sería después. Europa fue el cielo y el infierno que moldeó para bien o para mal al “pibe de oro” que tuvo en el Azteca a un Dios todopoderoso en México 1986. Pocos o nadie pueden presumir que en un mismo partido anotó el gol más feo y bonito de la historia de las Copas del Mundo.  

Ese duelo contra Inglaterra lo convirtió en el héroe no armado de las Malvinas, viendo en él la esperanza de un país que tocó el suelo en la guerra, la dictadura de Videla y la mafia de la FIFA pero que alzó la gloria con las manos de Dios. Nápoles, otra tierra maldita por los norteños de Milán y Turín cobijó a quien sería Santa Maradona, venerado a la altura de San Genaro, patrono de la ciudad.

Inolvidable cuando fue tema de Estado su regreso a la Selección que tanto amó tras el vergonzoso 0-5 frente a Colombia para clasificar a Estados Unidos 1994. Regresó para superar el repechaje ante Australia, renació con un golazo a Grecia que golpeó literalmente las cámaras pero que ante Nigeria le “cortaron las piernas”. Para Diego la pelota se manchó, pero la seguía limpiando con su zurda en su última etapa con Boca.

Pero analizar a Maradona solo desde el plano futbolístico sería un crimen, más tomando en cuenta de sus orígenes humildes en Villa Fiorito, un pueblo de Buenos Aires que vio nacer a alguien que fue pueblo hasta su última respiración. Por años inspiración de letras y canciones, fetiche de la izquierda latinoamericana y mundial, admirado por el mismo Fidel Castro, Chávez, Maduro, Evo y la Señora K. Era tanto su poder que solo le faltaba revivir al Che Guevara para tenerlo en el set, ganas no le faltaban al D10S.

Coincidencias del destino que haya partido la misma fecha que el líder cubano, quien tuvo la oportunidad de entrevistarlo en ese recordado show “La Noche del 10”, programa donde el Diego traspasó su gambeta a las cámaras y concretó un segundo aire, ese que tomó a la Albiceleste como técnico con una clasificación agónica a Sudáfrica 2010. Su decisión de llevar al mundial a un casi retirado Martín Palermo también fue pueblo. Martín no le falló pero su adiós técnico se concretó con un 0-4 frente a Alemania en cuartos. El resto de su vida fue algo casi anunciado pero que él mismo trató de extender su estadía.

Su éxodo de la Tierra fue igual que gran parte de su carrera y vida: espontánea. Diego es hasta hoy la bandera y la alegría de Argentina, el embajador ideal de esa tierra y el superhéroe del balompié mundial que no discrimina camiseta ni colores, incluso con su deplorable salud que apenas lo mantenía en pie para hacerse cargo de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Hoy la Casa Rosada abrió sus puertas para ser velado y ser agradecido por la gente que sigue viendo la esperanza después de la muerte. Sin ser netamente político será honrado con los máximos honores de Estado.

En vida ya era leyenda, hoy su memoria será más viva que nunca, “el Dios más humano” como alguna vez lo trató el también desaparecido Eduardo Galeano, otro devoto del argentino. Hoy Maradona vuevle al lugar de donde cayó un 30 de octubre de 1960 y que, a contar de hoy será el mismo Barrilete Cósmico pero desde el más allá. Una jornada que desde los fieles maradonianos, su iglesia, los futboleros y este servidor marcarán en su almanaque como el día 1 del año 1 D.D. El día Después del Diego.

 

Foto: Alfredo Capozzi