La Excursión

Es plena estación invernal en tierras soviéticas. El «general invierno» no dio clemencia, los ríos azotados por las bajas temperaturas aún no descongelaban siquiera un poco. Si bien las ardillas y los gulo gulo se veían de vez en cuando entre el brillante, grueso y blanco tapiz de las montañas; aún era muy pronto para que comenzaran su activación natural debido al letargo que los obliga a estar en sus madrigueras.

La Revolución Cubana recién había comenzado… Sí, es 1959.

Por: José Ángel@poetadelrelato

 

El inicio del viaje

La travesía se había planeado con mucha antelación, incluso las vacaciones de invierno del país (15 de diciembre al 15 de enero) habían servido para ultimar detalles y al fin obtener su certificado de clase III en montañismo (la más alta en la URSS por aquel entonces).

Eran 11 los que aspiraban a ese título; pero en los días previos Nikolái Popov tuvo unos inconvenientes que le impidieron ser parte de la expedición.

El viernes 23 de enero el grupo de estudiantes de la Universidad Estatal Técnica de los Urales con afinidad y experiencia en montañismo emprendió una expedición hacia Jólat Siajl, conocida por los mansi (nativos locales) como «la montaña de la muerte» o «montaña de los muertos«, debido a una vieja leyenda en la que se narra que nueve cazadores desparecieron misteriosamente, y sus cuerpos sin vida fueron encontrados días después.

Los diez jóvenes (mayormente estudiantes de diferentes ingenierías, física nuclear y economía industrial más tres graduados de ingeniería en construcción civil, ingeniería mecánica, e ingeniería en radio -ahora ingeniería en telecomunicaciones-) se reunieron en Sverdlovsk, actual Ekaterimburgo (donde también se ubica la universidad en la que estudiaban), para abordar un tren con destino a Ívdel.

El viaje era extremadamente largo (actualmente en tren son más de 12 horas); pero las guitarras y la mandolina hicieron que todo fuera más «corto». Tras dos extensos días de viaje, llegaron a su primer destino, y en esa misma noche ya se encontraban en Vizhai, que era el último poblado cercano.

Estuvieron un día en el lugar para repasar el plan: emprender camino rumbo a Otorten (montaña de 1234 metros sobre el nivel del mar -msnm-), pasando por Jólat Siajl (de 1097 msnm). La expedición era considerada de categoría III, la más complicada; pero además de su gran experiencia en montaña, también se les consideraba unos expertos esquiadores de fondo… nada podía salir mal.

Igor Diátlov (joven de 23 años a cargo de la expedición, recientemente graduado en ingeniería en radio) y el equipo estaban listos para hacer «la ruta».

 

Salida y un retorno

Ese 27 de enero salieron a una hora prudente. El viento helado y la gran capa de nieve reinante, sólo era un añadido para la travesía que enfrentarían, nada que no fuera parecido a las tantas veces que habían realizado salidas similares.

Igor junto a su inseparable cámara en estas situaciones lideraba las sonrisas de la expedición.

Un día de camino en terreno hostil e inhóspito que sólo motivaba más a los muchachos. Aunque por algún extraño motivo o coincidencia del destino, las condiciones forzaron a que el joven Yudi Yudin (21 años) tuviera que volver a Vizhai producto de una grave dolencia, reduciendo el contingente a nueve personas.

El camino era complicado, eventualmente un premio que pudieran avanzar y descansar en la tarde-noche para que una vez más (y seguramente aplacar la sensación del frío) cantaran acompañados de las guitarras y la mandolina.

Los días pasaron y por un pequeño error de cálculo, levantaron tiendas en un lugar muy llano, expuesto y a 10 kilómetros de su destino. El quedar en una ladera era muy raro para un grupo de montañistas experimentados.

El frío era denso, difícilmente se podía sentir el rostro producto de los casi -30°.

 

Entre la noche del 1 de febrero y la madrugada del 2 del mismo mes, algo sucedió…

 

La universidad esperó el telegrama de Diátlov que debía llegar aproximadamente el 12 de aquel mes; pero no, no hubo nada. Podían haber contratiempos producto del clima, un leve retraso era más común de lo que se puede pensar.

Para cuando llegó el día 20 del mes (tres semanas sin tener noticias) las familias se alertaron, presionaron a la universidad, y sin mayores retrasos, se envió un grupo de búsqueda con estudiantes voluntarios.

Pasaron tres días desde aquello, y la desaparición tomó tanta relevancia que la policía y la milicia también se hizo parte de la búsqueda, llegando a implementar helicópteros y aviones para agilizar la búsqueda.

Así fue como el 26 de febrero se encontraron con un campamento abandonado en Jólat Siajl… pero algo a primera vista no estaba bien.

Las carpas estaban rasgadas, prácticamente destruidas; pero desde su interior. Las botas, platos y otras pertenencias de quienes habían estado allí se encontraban en un orden casi milimétrico, muy prolijo. Había carne cortada en algunos platos, seguramente para ser preparada para la cena de aquella noche. Algo los tomó por sorpresa y los desesperó de tal forma que trataron de escapar con lo que tenían a mano.

La angustia se sentía aún en el aire, una de las carpas centrales poseía un corte gigante a cuchillo desde el interior como si aquella situación los hubiera superado de tal forma que no hubo tiempo de abrir la carpa como correspondía, sólo había una opción… escapar y correr.

No todo terminó allí, pues, junto a las tiendas habían huellas de pies descalzos que bajaban «torpemente» hacia la pendiente.

Otras huellas iban más hacia el bosque, pero desaparecían a mitad de camino… nada tenía sentido.

Al día siguiente empezaron a aparecer los cuerpos…

Los de Yuri Krivoníschenko (23) y Yuri Doroshenko (21) cerca de una piedra y en restos de una fogata hecha con mucha prisa. Con signos claros en las manos de haber tratado de trepar la roca junto a ellos para tratar de esquivar lo que fuera que los «perseguía». Lo que hace más desconcertante todo (como si ya de por sí no lo fuera) es que ambos cuerpos estaban boca arriba y sólo en ropa interior.

Unos metros más distante, y ya en zona boscosa, apareció el cuerpo de Igor Diátlov de una manera muy particular. Abrazado a una rama de abedul, vestido aunque descalzo y con una clara expresión de horror que durante más de medio siglo los rescatistas no pudieron olvidar.

No poseía heridas ni mordidas, ningún rasgo de violencia… y con similares características aparecieron otros cuerpos en las cercanías: Zinaída Kolmogórova (22 años) y Rustem «Rostik» Slobodin (23 años). La primera en una pose como intentando volver al campamento, y el segundo (descubierto un par de días después) muy bien vestido, a diferencia del resto, y con el reloj detenido a las 08:45 hrs.

En ese momento, no pudieron encontrar los cuatro montañistas restantes. Tuvieron que pasar alrededor de tres meses, y si se esperaba encontrar algo más de respuesta, la verdad es que los cuerpos restantes sumaron muchas más preguntas y cuestionamientos…

Aleksandr Kolevátov (24 años): Fue encontrado con el cuello torcido y una gran herida detrás de su oreja.

Nikolái Thibeaux-Brignolle (23 años): Estaba abrazando a Aleksandr, aunque poseía una fractura craneal que posteriormente entregó la autopsia.

Semión Zolotariov (37-38 años): Fue encontrado en un barranco cerca de los otros dos cadáveres, con múltiples fracturas en las costillas y las cuencas oculares vacías.

Liudmila Dubínina (20 años): De rodillas cerca del barranco, apoyando su pecho contra una roca. También sin ojos; aunque además, le faltaba la lengua.

La diferencia entre estos últimos cuerpos y los primeros hallados fueron los signos de violencia y golpes. Aunque todos seguían igualados en algo: se encontraban descalzos.

Pero no todo termina allí, ya que las autopsias posteriores también le dieron un factor común a todos los cuerpos: presentaban restos de radiación.

 

Se realizaron más autopsias e investigaciones; pero las preguntas aumentaban con cada análisis forense y de terreno. Preguntas que terminaron por cerrar el caso en que «una fuerza elemental irresistible» provocó la muerte de los montañistas.

Heridas comparables a las ocasionadas por un choque automovilístico… cráneos destrozados y fracturas en el torso. Nada parecido ni semejante a lo que puede producir una avalancha o un animal autóctono.

Hay múltiples teorías tanto de conspiración como de sucesos paranormales… lo concreto es que nadie sabe qué ocurrió con aquel grupo que como en la leyenda de las tribus locales, también fueron 9. Un grupo de jóvenes que de muy mala manera aprendió a creer en los nombres locales, pues Otorten (nombre de la montaña de destino) en mansi, la lengua de las tribus del lugar, significa «no vayas ahí».

 

 

 

 

 

Imagen: Dreamstime