COLUMNA | Thor Enseñanzas

Hace ya un año y dos meses que no estás. Podría decir tantas cosas de ti como, por ejemplo, cuando salíamos a trotar más de una hora y nos demorábamos más porque tenía que separarte de otro perro que te ladraba y tú tan chico y picudo no te quedabas callado.

Podría decir también que eras el primer ser que me miraba con un amor inexplicable cada mañana. Podría decir también que cada vez que alguien se me acercaba estabas alerta y si sentías algo raro me tirabas fuerte la correa o ladrabas muy fuerte.

Es más, eras el que siempre nos recibía con une escandaloso llanto y cada vez que yo estaba triste no te separabas de mi lado.

Pero también recuerdo que cada vez que podías nos quitabas de las manos lo que estuviéramos comiendo y lo hacías con gracia, con esa gracia que solo tiene el “Quilterri” o “quiltro”.

Y esta columna va dedicada a ti, porque por cada vez que te recuerdo estoy segura de que eras más humano que muchos Homo Sapiens, sobre todo los que están a cargo de organizar un país. Lo último que recuerdo fue que estabas muy mal y por tu bien decidimos dormirte para siempre. Tú también lo querías.

Si los humanos pudiéramos decidir eso mismo por otros de nuestra especie para que su muerte fuese igual de digna que su vida, habría menos miseria y más tranquilidad.

 

Foto: Duna.cl