COLUMNA | Nadal, siempre se repite la misma historia

Es difícil y más imposible aun pensar en que hay situaciones que parecieran ser eternas, que van en contra del tiempo para hacerlas duraderas y perdurables generación tras generación. Como si se tratasen de un legado que debe ser transmitido a toda la población.

Y en su momento, allá por 2005, también fue difícil imaginar que un joven tenista español de 18 años, de larga cabellera, camiseta sin mangas y cintilo blanco, le daría pelea a los records de su deporte, a las marcas que habían dejado Borg, Guga Kuerten o el propio Nicolás Massú en arcilla. E incluso, desafiar a una también leyenda en ascenso: Roger Federer.

Se dice que las personas se van pero las instituciones quedan: y en este caso, ambas se quedarían.

Este domingo y por enésima vez, Rafael Nadal reescribió la historia del tenis –y del deporte en general- al conseguir su Roland Garros número 14 al derrotar a un valiente y debutante en estas instancias, el noruego Casper Ruud por 6-3/6-3 y 6-0, demostrando indiscutidamente que es el rey de la arcilla, registrando un record de 112 victorias y solo tres derrotas en ese torneo y de paso entrar al podio de los jugadores con más Grand Slams en la historia, acumulando la módica suma de 22.

Una marca que es hoy por hoy imbatible si le agregamos que esta edición claramente no fue de la mejor en términos de juego para el otrora número 1 del mundo, teniendo que batallar no solo en cancha ante una generación que viene muy fuerte, sino también con las lesiones que lo han atacado durante sus más de veinte años de carrera.

La más reciente en uno de sus pies, molestia que el propio Nadal confirmó que tuvo que jugar infiltrado para evitar más sufrimiento. Los años no pasan en vano, contando que prefiere perder un partido que perder un pie por el resto de su vida. Aunque la gloria ya sea eterna.

Y el adormecimiento de su pie no fue impedimento para, con su clásico estilo defensivo, aprovechar los errores de los rivales, llegando hasta la segunda semana, anticipando una final soñada en cuartos frente a Novak Djokovic en el que fue sin duda su mejor exhibición del año, su accidentado paso a la final tras una terrible lesión de Sascha Zverev en una serie que superaba las tres horas sin haber terminado el segundo set, y bueno… la historia conocida en el último partido.

Cosas del destino, Niké, la diosa griega de la Victoria que le da nombre a la marca principal que viste al mallorquín, convirtió Paris de una ciudad de las luces y progreso para el deporte blanco en Francia a una tierra maldita para sus compatriotas. París, la misma ciudad que quiso que días atrás el Real Madrid, el equipo de los amores de Rafa, cosechara el mismo número en Champions League: 14.

Hace mucho tiempo que la Copa de los Mosqueteros, esa que con orgullo nacional levantaron próceres del tenis galo como René Lacoste, Jean Borotra, Henri Cochet y Yannick Noah no siente las manos de sus coterráneos, y el público local ha tenido que acostumbrarse –en un principio con recelo- a un español que entre críticas por su juego y por un injustificado doping, pudo ganarse los corazones de hasta el espíritu de Philippe Chatrier, otro ícono que le da nombre al court central del Abierto de Francia.

En plena transmisión de la cadena ESPN, Luis Alfredo Álvarez y José Luis “Batata” Clerk debatieron hace un tiempo, precisamente en las últimas rondas del pasado Australian Open, sobre quién es el mejor tenista de la historia. En medio de dudas,  la ex raqueta argentina declaró “el que tenga más Grand Slams”. Ese debate fue antes que Nadal consiguiera su major 21.

Y el debate podrá ser tan eterno como la gloria alcanzada por el español en las dos semanas de glamour que otorga el final de la temporada sobre polvo de ladrillo. El césped se tomará el circuito por todo el mes hasta llegar a Wimbledon, instancia en donde no se descarta ver más acción pero de blanco puro.

Nadal ya igualó el record de Steffi Graff, ahora va por el de Serena Williams y, quién sabe, de darse la situación, Nueva York sería el punto final de un año que ya lo tiene más que despierto en la que puede ser su despedida de las canchas.

Podría darse lo que el gran Camilo Sesto anunció en una de sus canciones que da título a este escrito.

 

Foto: Reuters