Sin pasado ni futuro

Son alrededor de las 15:00 hrs. en Derry, Irlanda del Norte. Un hombre vestido de ropa oscura llega a la estación de buses del aeropuerto del lugar. Una cámara de seguridad lo capta tenuemente, nada era sospechoso, lo usual que hace gran parte de los viajeros: consultar, dar unas vueltas, pensar y tomar una decisión.

La videovigilancia le pierde un poco el rastro, hasta que el poco sutil humo de un cigarro llama la atención de una de ellas. No se ve con claridad; pero por las características de vestimenta de la persona de aproximadamente 60 años, no hay dudas que es el mismo. Apaga su cigarrillo para abordar un autobús a eso de las 16:00 hrs. rumbo a Sligo, República de Irlanda a sabiendas o no de que sería su último destino.

Por: José Ángel@poetadelrelato

Es el año del buey según el horóscopo chino, año europeo de la innovación y la creatividad… 2009. Mes de la desaparición del vuelo 447 de Air France en el Océano Atlántico.

Exactamente, estamos en el mes de junio…

Tras poco más de 2 horas de viaje, el hombre llegó a la pequeña localidad costera. Con el sol aún entibiando las aguas de las playas, abordó un taxi rumbo al centro de la ciudad, algo que los pocos testigos que vieron al hombre se sintieron extrañados, pues, desde la parada del bus al centro, son cerca de 10 minutos caminando, un tramo bastante corto; por lo que se comprende que era un completo turista en la zona.

Aunque en su equipaje, además de un bolso normal de mano, poseía dos bolsas oscuras, lo que en cierta forma justifica el abordar un vehículo, ya que su complexión era bastante delgada, inclusive hasta un poco «frágil».

Llegó a un hotel, pero no consiguió habitación, pues como cualquier día viernes (12 de junio) todo estaba lleno. Probó suerte en el Hotel Sligo City y logró hospedarse en la pensión de la calle Quay. Reservó por tres noches pagando 65 euros por noche en efectivo y por adelantado. Se registró bajo el nombre de Peter Bergmann, domiciliado en Ainstettersn 15, 4472, Viena, Austria. Algo que se condecía con su marcado acento algo germánico. En ningún instante le pidieron una identificación.

Descansó en el lugar, para al día siguiente, levantarse a media mañana e ir a la oficina de correos para comprar 8 sellos para cartas junto con algunas etiquetas de correo aéreo. Realizó una suerte de pequeño tour por los lugares cercanos y volvió al hotel para almorzar y posteriormente fumar un cigarrillo. Fue cortés y educado, aunque distante del resto de personas del lugar.

Fue a su habitación y salió con una bolsa púrpura llena, abandonó una vez más el lugar con el foco de las cámaras de seguridad. Realizó algunos recorridos indeterminados, pues en los lugares en los que se mantuvo o «se perdió» de la vista digital eran carentes de cámaras. Se tiene una tenue idea de su travesía; pero lo concreto, es que cuando volvió al Sligo City su bolsa estaba completamente vacía.

Cayó la noche… el hombre volvió a fumar un cigarrillo bajo el alero de una de las entradas de la residencial, a vista de todos incluyendo una cámara del mismo circuito cerrado del lugar y volvió a entrar para ir a su habitación.

 

Ya para el domingo, a eso de las 11:00 hrs. y un tanto más, el hombre de mirada triste abandona el hotel para solicitar un taxi. Le pidió sugerencia al conductor de una playa agradable y tranquila para poder nadar, a lo que chofer no dudó en llevar al sujeto a Rosses Point, lo que en palabras del mismo piloto del vehículo era «el mejor lugar de todos los alrededores» gracias a sus asombrosas vistas.

La ruta hacia la península fue sin mayores diálogos, la voz serena del pasajero sólo se escuchó en un par de ocasiones, pues mantenía su manera distante; aunque sin ser descortés. Tras los 15 minutos de viaje, Bergmann abrió la puerta, salió del vehículo, contempló el paisaje por unos minutos, se sonrío como estando satisfecho de la elección y extrañamente, regresó al taxi y pidió ser dejado en la estación de buses de Sligo.

Una vez que se completó el viaje, el hombre pagó para nuevamente estar a solas y regresar caminando hacia la residencial; aunque otra vez con su bolsa púrpura llena (la que aparentemente estaba en su chaqueta o uno de sus bolsillos, pues no se apreció previamente), recorrió lugares de manera serena, perdiéndose en sitios clave de las cámaras de seguridad. Cada vez que retornaba de un «punto ciego», la bolsa se notaba más y más vacía.

Cuando se deshizo de lo que fuera que llevara su bolsa, llegó al Hotel Sligo City con la oscuridad de la noche prácticamente a plenitud. Nuevamente encendió un cigarrillo, lo fumó tranquilamente y pasando por enfrente de la recepción, emprendió camino a su habitación para dormir.

 

La jornada del lunes (15 de junio) Peter Bergmann abandonó su habitación, pasó por recepción para entregar las llaves. En esta ocasión salió del lugar con una bolsa negra en una de sus manos, la ya conocida bolsa púrpura en la otra; pero esta vez con una maleta de mano negra, diferente a la que había llegado.

Emprendió rumbo a la estación de buses por la ruta más extensa que pudo haber recorrido a pie. Caminó por la calle Quay (misma de la ubicación del hotel), y luego Wine Street donde se detuvo por unos minutos frente al centro comercial Quayside.

Tras ello, siguió su camino, llegando pasadas las 13:00 hrs. al lugar de los autobuses, ingresó a un café para pedir un cappuccino y un sándwich de jamón con queso. Se sentó en las mesas fuera del local para disfrutar su pedido, en el intertanto, observó unos papeles que guardaba en su bolsillo, escribió con tristeza en ellos para posteriormente romperlos una vez terminó de comer y depositarlos en un basurero cercano.

Abordó un autobús, pero no de regreso a Derry, si no que con destino a Rosses Point. A las 14:20 hrs. el vehículo salió del lugar y sin mayores contratiempos llegó a destino. En el lugar, varias personas lo vieron caminar por la orilla de la playa, saludando a todos extrañamente, pero tan cortés como se había mostrado durante su estadía.

A la mañana siguiente, Arthur Kinsella y su hijo Brian quienes entrenaban para un triatlón descubrieron el cuerpo del hombre con un traje de baño pequeño, la ropa interior por encima y la polera dentro del bañador; pero por si fuera poco, su ropa se encontraba esparcida por las arenas de la playa.

 

Las investigaciones no se hicieron esperar, e iniciaron los problemas, pues el sujeto no era Peter Bergmann, la dirección indicada era inexistente en Austria o Alemania. No poseía identificación, dinero, billetera, ni nada en sus ropas o algo que condujera a su auténtico nombre. Todo se enredó.

Las pistas no llegaban, y tras la autopsia, se determinó que el hombre desconocido padecía un grado avanzado de cáncer de próstata y tumores óseos, además, que padeció un ataque cardíaco en la playa (su corazón poseía signos de episodios previos) y también le faltaba un riñón que fue extraído años antes según los peritajes. Lo más extraño de todo, es que el informe toxicológico no arrojó el consumo de algún tipo de medicamento, lo que es extraño para un cuerpo tan deteriorado.

 

Tras la investigación de seis meses, se determinó que el sujeto quiso de manera premeditada mantener su anonimato, además de moverse estratégicamente entre las cámaras de vigilancia como si supiera exactamente las zonas en que no podía determinarse lo que hacía. Además, su causa de muerte no fue un homicidio; pero tampoco un ahogamiento como se pensó en primera instancia.

Lo concreto, es que el hombre eliminó todo registro de su pasado. Nadie reclamó su cuerpo o informó de la desaparición de alguien con su descripción en Austria o Alemania. Tras los peritajes, el cuerpo de aquel que parecía había escogido Rosses Point como su último lugar, fue enterrado en una tumba comprada por el Servicio de Salud del lugar, donde yace sin nombre ni placa.

La principal especulación es que el hombre fue abandonado por su familia y decidió emprender un último viaje para fallecer en circunstancias tan extrañas como su decisión de deliberadamente evitar poder ser identificado.

 

 

 

Imagen: WallHere