Un regreso sin retorno

¿Hay algo más común que un viaje en autobús? Pues en 1949 era mucho más que en nuestros días.

Es el primero de diciembre de ese año, un año importante para suelo norteamericano, ya que a mediados de ese, el país lanzó su primer cohete de dos etapas. En nuestro lado del continente, Juan Domingo Perón decretó que las universidades argentinas serían gratuitas tanto para los nacionales como para cualquier habitante latinoamericano (ley que afortunadamente aún es vigente).

En Chile, fue publicado por primera vez la historieta Condorito y se dio «la revuelta de las chauchas» por el aumento del valor del pasaje del transporte colectivo en 20 céntimos, dejando decenas de muertos y un centenar de heridos.

Por: José Ángel@poetadelrelato

 

Un día común y corriente

James Tetford, un veterano de guerra, abordó el transporte como cualquier ciudadano desde St. Albans tras visitar a su familia previo a las fiestas. Su destino era volver al hogar de soldados en Bennington donde residía.

Fue una mañana muy fría y extrañamente serena, algo poco común por esas fechas en aquel lugar.

El recorrido correspondía a ocho horas de viaje. Nada fuera de lo común. Las personas llegaron poco a poco, y sin estar siquiera a media capacidad, el vehículo emprendió el viaje.

Era un jueves común y corriente, las personas se fueron acomodando en los asientos del bus; pero la última fila estaba completamente vacía, desde allí se podía ver la disposición de los pasajeros (14), incluido el señor Tetford que se sentó en las medianías una vez que acomodó sus cosas en el portaequipajes.

 

El camino

El bus salió a la hora pactada, todos los pasajeros se encontraban preocupados de sus cosas, nada inusual; salvo por James que acomodó algunas de sus pertenencias menos voluptuosas junto a sí mismo y tras ello, poco después de que se abordó la avenida principal, se recostó en su asiento y empezó a dormir.

Una tormenta azotó el viaje, una lluvia monumental que fustigaba el camino y los árboles junto con una ventolera algo particular. El agua golpeaba de manera incesante, el frío se hacía sentir. El gris pavimento iba haciendo juego con las nubes oscuras y las tenues sombras que se vislumbraban en el interior.

El autobús seguía su camino sin mayores problemas, llegó a su primera parada… nadie bajó, nadie subió; por ende, sólo bajó un poco su velocidad, no hubo detención.

El recorrido a ratos se volvía tenebroso y sombrío; pero nada parecía fuera de lugar. Todos los pasajeros continuaban en sus lugares, conversando o mirando por las ventanas. ¿El señor Tetford? Dormía aún en su lugar.

Hubo algunas detenciones, en realidad bastante pocas. Lo normal, bajaron pasajeros para seguir su camino, vaciando cada vez más el vehículo. Aquel viajante durmiente seguía en su sueño, de seguro su destino era la terminal.

El ambiente tenebroso se volvía propicio para un acontecimiento de similares características, aunque lo que sucedió fue fuera de toda comprensión y lógica…

 

Lo inexplicable

Alrededor de las 17:30 hrs. (entre la última detención y la terminal) el veterano ya no estaba en su lugar, lo que era imposible pues nunca se levantó, incluso más, nunca bajó en alguna detención.

Los árboles cubiertos de niebla en el camino junto con las personas a bordo e incluso el conductor fueron testigos de la situación. El desconcierto se apoderó del bus.

Nadie vio algo extraño, inclusive las personas que sólo estaban un par de filas detrás y delante de él.

Una tenue melodía de carácter desconocido había sido escuchada por algunos pasajeros previo a que se percataran de la ausencia; pero nadie le tomó mayor atención.

Los rostros de asombro, susto e inquietud se volvieron un complemento del viaje.

En el lugar del señor Tetford sólo se encontraban algunas de sus pertenencias, las cosas que había dejado en el portaequipajes y un folleto con el horario de la línea de autobuses.

Cuando se llegó al final del recorrido, el conductor se veía estremecido y completamente aterrado… Él nunca lo vio bajar, al igual que todos los que llegaron a Bennington.

Era imposible que «escapara» por las ventanas. Todos fueron interrogados, no hubo nada concluyente salvo una cosa… James Tetford desapareció en un asiento de bus, y la vista de todos en una tarde misteriosa, confusa, de lluvia, un poco oscura y coincidentemente, algo fantasmal.

 

Nunca más se supo de su paradero.

 

 

 

Imagen: Amino Apps